jueves, 21 de mayo de 2009

Una melodía en cada línea


La carrera de Graham Coxon es equivalente a la de John Frusciante al otro lado del océano: los dos forman parte de un supergrupo de rock, pero llevan en simultáneo un abundante registro solista en el que dan rienda suelta a sus costados más introspectivos. También los une un curioso reverso: mientras los Red Hot Chili Peppers se encuentran en un parate indefinido, en este 2009 Blur regresa a los escenarios luego de más de un lustro de separación.

Vuelve entonces uno de los emblemas del britpop, donde Coxon tuvo un protagonismo central con su Telecaster a cuestas. Sólo resta esperar que el operativo retorno no eclipse The Spinning Top, el séptimo intento en solitario de este nerd sensible, una obra despojada y bellísima que lo aleja de la pulsación indie-punk que había caracterizado sus trabajos anteriores.

El álbum inicia con Look into the light, una pieza en la que sobrevuela el fantasma escuálido de Nick Drake. Allí también se aprecian dos constantes del disco: la acusticidad y las afinaciones alternativas. En realidad son muy pocos los temas, como Dead Bees, en los que el sonido vira hacia la distorsión; el resto pinta paisajes entre lo bucólico y la melancolía, con una voz que sin grandes aspiraciones llega a emocionar a través de las melodías.


Si la primera frase del disco indica “Mira hacia la luz”, el cierre con November sostiene: “El cielo se rompe/ Sopla junto al viento de noviembre”, todo en medio de una atmósfera sombría en la que Steven Street, productor de la placa, seguramente tuvo mucho que ver. La vida de un ser humano, desde su nacimiento hasta su deceso, parece ir trazada a través de las diferentes canciones. En ese sentido, The Spinning Top también se revela como un disco conceptual.

Por allí se destacan Perfect Love (la presencia lennoniana), la psicodélica Caspian See, Sorrows army, que pide a los gritos ser parte de alguna banda sonora, y Brave the storm, con cierto aire a Neil Young y Bob Dylan.

El punto más alto del álbum es sin embargo la admirable In the morning, una suite acústica de ocho minutos y medio como aquellas que componía el Spinetta de los 70 (Canción para los días de la vida, Cantata de puentes amarillos). Al margen de la improbable influencia, el estribillo de la canción de Coxon puede leerse como el leitmotiv de The Spinning Top: “There’s a melody in every line/ and a sorrow in these eye’s of mine/ If a diamond hangs in every tree/ and a life is lost for every leaf/ Can a bird still sing?” (Hay una melodía en cada línea/ Y una pena en mis ojos/ Si un diamante cuelga de cada árbol/ Y una vida se pierde por cada hoja/ ¿Podría seguir cantando un pájaro?).

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