lunes, 17 de agosto de 2009

To read or not to read (e-books)


Los dispositivos electrónicos ideados para reproducir textos han dado mucha tela para cortar en las últimas semanas. No pocos titulares involucraron directa o indirectamente esta cuestión, lo que hizo que volviera a ponerse sobre la mesa un tema del que se vaticina continuamente: cómo se va a leer en los próximos años.

Pero antes de repasar las noticias, vale detenerse en las características de esta clase de gadgets. El más popular es el Kindle, creado por la compañía Amazon a finales de 2007, que permite, entre varias prestaciones, descargar e-books a través de la tecnología inalámbrica G3, complemento que lo distingue de sus eventuales competidores. De momento, el servicio de descarga está disponible sólo en territorio estadounidense, por lo que todavía no ha cosechado adeptos fronteras afuera.

Su formato es similar al de un libro –cuenta con una pantalla de 800x600 px–, aunque presenta un grosor considerablemente menor. Pesa alrededor de 300 gramos, su batería dura unas 30 horas continuas y, gracias a sus 2 GB de almacenamiento, puede llevar consigo la friolera cifra de 1500 libros. Su precio ronda los U$S 300 y cada descarga de libros cuesta unos U$S 10. Eso no es todo: la nueva apuesta del emporio digital creado por Jeff Bezos es el reciente Kindle XD, con una pantalla de mayores proporciones y 4 GB para rellenar con palabras; esto es, más de 3 mil libros sostenidos en un aparato del tamaño de un folleto. Casi como una biblioteca portátil.

Otras marcas también han lanzado sus móviles para la lectura –Samsung tiene el SNE-50K, Sony compite con el Portable Reader; Apple, con el Tablet, entre otros–, pero lo que hace fuerte al producto de Amazon es su alianza con las editoriales. De hecho, algunos autores de best sellers acordaron lanzar sus nuevas novelas primero en el Kindle y luego en papel.

Asimismo, para los próximos años se esperan más innovaciones en el terreno de la lectura digital. Ya se encuentran en proceso de fabricación algunos prototipos que permitirán la inclusión de imágenes en los textos, así como también audios y videos. Ahora bien, ¿seguimos hablando de lectura en estos casos?

Encrucijadas
Semanas atrás, varios usuarios del Kindle se llevaron una nada agradable sorpresa cuando descubrieron que sus e-books del novelista George Orwell –que naturalmente abonaron para su descarga– habían desaparecido del aparato. ¿Qué fue lo que sucedió? En una acción sumamente polémica, la editorial que cuenta con los derechos del autor británico decidió que dejaran de circular las versiones digitales de las novelas 1984 y Rebelión en la granja. Acto seguido, Amazon las eliminó de los Kindle y reintegró el monto a quienes las habían descargado. He aquí la polémica: los lectores no querían los diez dólares; querían leer el libro. Este hecho desafortunado planteó un interrogante: ¿Amazon puede controlar todo lo que leemos a través de su producto estrella? No hace falta demasiada imaginación para asociar esta encrucijada al universo orwelliano.
Ray Bradbury, otro reconocido escritor de ciencia ficción, declaró que los libros sólo pueden tener dos olores: "El olor a nuevo, que es bueno, y el olor a libro usado, que es todavía mejor". Con ello mostró su completa antipatía frente a las nuevas formas de lectura, a la vez que planteó su propia visión del asunto: la lectura tradicional no va a desaparecer. De hecho, otra de sus rimbombantes declaraciones fue la siguiente: “Que quemen Internet en lugar de quemar los libros”.

No deja de llamar la atención el caso de Bradbury, autor de una obra muy sesgada por el porvenir, que se muestra en contra de lo que muchos comienzan a vaticinar como el futuro del libro.

Las críticas no se agotaron en escritores y editoriales, los principales actores involucrados. En una crónica escrita para The New Yorker, el periodista Nicholson Baker decidió contar su propia experiencia con el Kindle, la de un lector corriente, a partir del momento en que lo encargó vía Web para luego narrar sus varias desilusiones frente a los libros electrónicos. Allí cuenta, por ejemplo, que al utilizar la prestación text-to-speach (lectura en voz alta), se oía una voz “con tonada centroeuropea, parecida a la de Tom Hanks en La Terminal, lo que volvía confusas algunas partes”. Tampoco parecía sentirse cómodo con el fondo gris de la pantalla, bastante más artificial que el blanco inmaculado de los libros recién comprados o el sepia encantador de las páginas afectadas por los años.

Pero no todas son pálidas. En un futuro próximo, de continuar la masificación de este producto cultural, una de las ventajas que planteará el nuevo escenario sería una disminución de tala de árboles para la producción del papel. Por ello, entre los defensores de los dispositivos para los e-books hoy se encuentran varios grupos ecologistas, aunque su defensa plantea un debate que excede los claustros académicos.

Otro sector que ve con buenos ojos al Kindle y dispositivos similares asegura que fomenta la lectura en los niños, al poseer un mayor dinamismo frente a la lectura tradicional: si los jóvenes se pasan horas frente a una PC o una consola de videojuegos, podrían tener la misma actitud con un libro electrónico. Sin embargo, numerosos especialistas del ámbito pedagógico argumentan que para la formación de los más pequeños es necesaria una integración de estas nuevas tecnologías junto a modalidades de lectura más tradicionales. Es decir, no desestiman las ventajas que plantean los aparatos digitales para la enseñanza, pero deben complementarse con libros de papel.

El error pasaría por situarlos como recursos antagónicos. Delia Lerner, docente e investigadora de la UBA, sostuvo en una entrevista a Clarín que “en las últimas décadas y cada vez más suelen oponerse los medios audiovisuales e Internet a la lectura. No son necesariamente opuestos. Cualquier persona que entra a Internet está leyendo y escribiendo todo el tiempo. Es otra manera de leer y las maneras de leer cambian a lo largo de la historia, del tiempo, del espacio.”

El futuro entre las manos
Barnes & Noble, la cadena de librerías más grande del mundo, dio la nota el mes pasado al poner a la venta un catálogo de 700 mil e-books, la mayoría de los cuales eran obras libres de derechos de autor obtenidas a través del servicio Google Books que ofrece el gigante buscador. La gran novedad de esta acción por parte de la megaempresa reside en que estos e-books son compatibles con varios dispositivos electrónicos, incluidos el iPhone o los teléfonos Blackberry, a diferencia de los adquiridos en Amazon, que sólo pueden leerse a través del Kindle.

Sin embargo, se sabe que la firma Plastic Logic se encuentra ultimando los detalles de nuevo un dispositivo electrónico de lectura, que probablemente salga al mercado el año que viene, cuyos contenidos serán proveídos por Barnes & Noble. Las estrategias de marketing están a la orden del día, para ratificar la pulseada que vienen manteniendo las editoriales en el terreno digital. Por ejemplo, ingresando al sitio oficial de Barnes & Noble, uno ya puede asegurarse su copia de la próxima novela de Dan Brown en formato e-book, The Lost Symbol, que saldrá a la venta el 15 de setiembre.

Acciones de esta clase hacen pensar que dentro de poco ya no habrá filas interminables de chicos aguardando expectantes lo nuevo de Harry Potter o Crepúsculo; les llevará segundos descargarlos a su aparato. ¿Continuará el ritual de visitar la librería? Como es lógico, la respuesta pertenece a los lectores: serán ellos quienes decidan si conservan sus viejos ejemplares de papel o, por el contrario, apuestan a una vuelta de página.

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