miércoles, 4 de mayo de 2011

"Me volví músico bastante tarde"

Alan Parsons forma parte de la historia grande del rock en calidad de testigo privilegiado. Es cierto que lidera un proyecto que dio forma a varios discos conceptuales, algunos de ellos de notable espesor y calidad, desde la década de 1970 hasta nuestros días. Un proyecto –el Alan Parsons Project– que a largo de los años consiguió algunos éxitos radiales y un reconocimiento internacional. El mismo proyecto que lo trajo a Córdoba en enero de 2005 y que este próximo viernes pisará nuevamente el escenario del Orfeo. Pero el nombre de Alan Parsons se encuentra inevitablemente atado a dos momentos cumbres de la música popular. Primero trabajó como asistente de grabación de Abbey Road (Beatles), y unos años más tarde fue ingeniero de sonido de The dark side of the moon (Pink Floyd). Mientras colocaba un micrófono en el lugar indicado o manipulaba perillas en las consolas, este músico y productor británico pudo ver de cerca cómo funcionaba por dentro la fábrica creativa de dos grupos que llevaron la música a otro nivel.

De todas maneras, aunque la historia circunscriba su carrera a esas dos cumbres del rock, Alan Parsons tiene una personalidad inquieta y trabaja continuamente en nuevos desafíos. El último de ellos lleva por título Art & Science of Sound Recording, en el que explica el funcionamiento de un estudio. Pero mejor que sea él mismo quien lo describa: “Es una serie de tres DVDs que se puede adquirir en formato físico o para descarga en la web. Trata todo sobre el proceso de grabación, con mucha información útil. Va apuntado hacia principiantes, pero cualquier interesado que tenga una laptop puede meterse en el tema”, asegura vía telefónica desde Los Angeles.

–Se dice que el mp3 tiene mala calidad y que además destruyó al álbum conceptual. ¿Estás de acuerdo?
–Sí, pero no fue sólo el mp3, sino también la cultura download. La gente no acepta el álbum como algo entero, sino que busca algo fragmentado, de tres minutos. En cuanto a la calidad de sonido, es mala, pero lo bueno es que Internet y las computadoras se vuelven cada vez más poderosas, así que algún día vamos a estar mejor. Yo pienso que si esas personas tuvieran la opción, el interés y el tiempo para acceder a una mejor experiencia de sonido, disfrutarían mucho más y caerían en la cuenta de la mala calidad del mp3.

–Te mostrás con varios instrumentos en el escenario. ¿Cuál es tu favorito?
–Bueno, toco varios instrumentos, pero no soy particularmente bueno. Diría que la guitarra es mi favorito, porque es el que más toco. Soy un aceptable tecladista, tuve formación clásica, mis primeros instrumentos fueron el piano y la flauta. Llegué a interpretar en orquestas, pero la guitarra fue mi primera pasión. De todas formas, mi background profesional proviene de los estudios de grabación, como ingeniero y productor, no como músico. Me volví músico bastante tarde en mi carrera.


–¿Te parece bien cuando catalogan tus discos como A.O.R. (rock orientado para adultos)?
–Está bien, no me molesta. Igual, creo que classic rock es más apropiado.

–Digamos: canciones sin tiempo.
–Me gusta esa definición.

–También te has metido en la música electrónica.
–Sí, disfruto de esa música. Mi último disco, A Valid Path, está influenciado por el trance, porque la gente con la que colaboré viene del ámbito de la electrónica, como Crystal Method o Shpongle. Además, mi hijo Jeremy es un gran músico electrónico.

–¿Qué te llevó a ese camino? ¿Qué ventajas tendría frente a una música más tradicional?
–Son diferentes. En las manos correctas, creo que una computadora puede ser tan expresiva como un piano o una guitarra. Algo electrónico no tiene porqué ser falto de pasión. Desafortunadamente, hay mucha música pop que no utiliza la electrónica de forma correcta, o al menos no de forma interesante.

–¿Qué se cruzó por tu cabeza cuando surgió el punk, a fines de los ‘70? De alguna forma fue la contrapartida al rock progresivo, sin interés en la producción.
–Lo vi llegar e irse, no me interesaba. Por aquellos años, no consideré que alguien que estuviera metido en el punk fuera competencia para la música que yo hacía. El punk era una cultura de jóvenes para un público joven. Nuestra audiencia, en cambio, era de treintañeros, o al menos de 25 para arriba. Cuando hice mi primer disco tenía 29 años. Mi generación escuchaba mi música.

–¿Pero dirías que tuvo algo positivo? Me refiero al punk...
–El punk fue una cultura joven que buscaba ser revolucionaria, agresiva. Fue lo que quería un grupo de jóvenes en ese momento. Nunca lo entendí, no podía comprender cómo un rock duro y mal tocado pudiera ser tan popular. Fue algo increíble, pero yo no tenía tiempo para eso, estaba demasiado ocupado con lo mío, haciendo mi música. Tuvo sus cosas buenas, como The Clash, a todo el mundo le gusta The Clash.

–En una entrevista comentaste que en la música actual casi no hay lugar para los solos de guitarra. ¿Le echamos la culpa a las computadoras?
–Por un lado, los guitar heroes son mayormente para guitarristas. Hubo una época en que todos querían escuchar a tipos como Jeff Beck, Clapton o Hendrix, porque de alguna manera eso respondía a cómo fue marcada la música en los ochentas: iba apuntada más a la imagen, a cómo te vestías, cuán bien tocabas la guitarra en el videoclip. Y aunque la música moderna está falta de solos de guitarra y quizá algo desapasionada, creo que últimamente hay un pequeño incremento en la presencia de los instrumentos en el pop. Pienso que se debe a que la gente se cansó de la fórmula de siempre, el sonido de la máquina de batería o el sampler. Siento que ahora hay un poco más de performance y musicalidad, algo que en los noventas prácticamente se había perdido. Igualmente, lo que importa es la canción. Una buena canción se puede hacer sin instrumento, sin computadora, sin nada. Es algo abstracto, solamente hay que hacerla. Y eso es lo más importante de un álbum: las canciones.

Publicado originalmente en VOS

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