miércoles, 4 de mayo de 2011

"Me volví músico bastante tarde"

Alan Parsons forma parte de la historia grande del rock en calidad de testigo privilegiado. Es cierto que lidera un proyecto que dio forma a varios discos conceptuales, algunos de ellos de notable espesor y calidad, desde la década de 1970 hasta nuestros días. Un proyecto –el Alan Parsons Project– que a largo de los años consiguió algunos éxitos radiales y un reconocimiento internacional. El mismo proyecto que lo trajo a Córdoba en enero de 2005 y que este próximo viernes pisará nuevamente el escenario del Orfeo. Pero el nombre de Alan Parsons se encuentra inevitablemente atado a dos momentos cumbres de la música popular. Primero trabajó como asistente de grabación de Abbey Road (Beatles), y unos años más tarde fue ingeniero de sonido de The dark side of the moon (Pink Floyd). Mientras colocaba un micrófono en el lugar indicado o manipulaba perillas en las consolas, este músico y productor británico pudo ver de cerca cómo funcionaba por dentro la fábrica creativa de dos grupos que llevaron la música a otro nivel.

De todas maneras, aunque la historia circunscriba su carrera a esas dos cumbres del rock, Alan Parsons tiene una personalidad inquieta y trabaja continuamente en nuevos desafíos. El último de ellos lleva por título Art & Science of Sound Recording, en el que explica el funcionamiento de un estudio. Pero mejor que sea él mismo quien lo describa: “Es una serie de tres DVDs que se puede adquirir en formato físico o para descarga en la web. Trata todo sobre el proceso de grabación, con mucha información útil. Va apuntado hacia principiantes, pero cualquier interesado que tenga una laptop puede meterse en el tema”, asegura vía telefónica desde Los Angeles.

–Se dice que el mp3 tiene mala calidad y que además destruyó al álbum conceptual. ¿Estás de acuerdo?
–Sí, pero no fue sólo el mp3, sino también la cultura download. La gente no acepta el álbum como algo entero, sino que busca algo fragmentado, de tres minutos. En cuanto a la calidad de sonido, es mala, pero lo bueno es que Internet y las computadoras se vuelven cada vez más poderosas, así que algún día vamos a estar mejor. Yo pienso que si esas personas tuvieran la opción, el interés y el tiempo para acceder a una mejor experiencia de sonido, disfrutarían mucho más y caerían en la cuenta de la mala calidad del mp3.

–Te mostrás con varios instrumentos en el escenario. ¿Cuál es tu favorito?
–Bueno, toco varios instrumentos, pero no soy particularmente bueno. Diría que la guitarra es mi favorito, porque es el que más toco. Soy un aceptable tecladista, tuve formación clásica, mis primeros instrumentos fueron el piano y la flauta. Llegué a interpretar en orquestas, pero la guitarra fue mi primera pasión. De todas formas, mi background profesional proviene de los estudios de grabación, como ingeniero y productor, no como músico. Me volví músico bastante tarde en mi carrera.


–¿Te parece bien cuando catalogan tus discos como A.O.R. (rock orientado para adultos)?
–Está bien, no me molesta. Igual, creo que classic rock es más apropiado.

–Digamos: canciones sin tiempo.
–Me gusta esa definición.

–También te has metido en la música electrónica.
–Sí, disfruto de esa música. Mi último disco, A Valid Path, está influenciado por el trance, porque la gente con la que colaboré viene del ámbito de la electrónica, como Crystal Method o Shpongle. Además, mi hijo Jeremy es un gran músico electrónico.

–¿Qué te llevó a ese camino? ¿Qué ventajas tendría frente a una música más tradicional?
–Son diferentes. En las manos correctas, creo que una computadora puede ser tan expresiva como un piano o una guitarra. Algo electrónico no tiene porqué ser falto de pasión. Desafortunadamente, hay mucha música pop que no utiliza la electrónica de forma correcta, o al menos no de forma interesante.

–¿Qué se cruzó por tu cabeza cuando surgió el punk, a fines de los ‘70? De alguna forma fue la contrapartida al rock progresivo, sin interés en la producción.
–Lo vi llegar e irse, no me interesaba. Por aquellos años, no consideré que alguien que estuviera metido en el punk fuera competencia para la música que yo hacía. El punk era una cultura de jóvenes para un público joven. Nuestra audiencia, en cambio, era de treintañeros, o al menos de 25 para arriba. Cuando hice mi primer disco tenía 29 años. Mi generación escuchaba mi música.

–¿Pero dirías que tuvo algo positivo? Me refiero al punk...
–El punk fue una cultura joven que buscaba ser revolucionaria, agresiva. Fue lo que quería un grupo de jóvenes en ese momento. Nunca lo entendí, no podía comprender cómo un rock duro y mal tocado pudiera ser tan popular. Fue algo increíble, pero yo no tenía tiempo para eso, estaba demasiado ocupado con lo mío, haciendo mi música. Tuvo sus cosas buenas, como The Clash, a todo el mundo le gusta The Clash.

–En una entrevista comentaste que en la música actual casi no hay lugar para los solos de guitarra. ¿Le echamos la culpa a las computadoras?
–Por un lado, los guitar heroes son mayormente para guitarristas. Hubo una época en que todos querían escuchar a tipos como Jeff Beck, Clapton o Hendrix, porque de alguna manera eso respondía a cómo fue marcada la música en los ochentas: iba apuntada más a la imagen, a cómo te vestías, cuán bien tocabas la guitarra en el videoclip. Y aunque la música moderna está falta de solos de guitarra y quizá algo desapasionada, creo que últimamente hay un pequeño incremento en la presencia de los instrumentos en el pop. Pienso que se debe a que la gente se cansó de la fórmula de siempre, el sonido de la máquina de batería o el sampler. Siento que ahora hay un poco más de performance y musicalidad, algo que en los noventas prácticamente se había perdido. Igualmente, lo que importa es la canción. Una buena canción se puede hacer sin instrumento, sin computadora, sin nada. Es algo abstracto, solamente hay que hacerla. Y eso es lo más importante de un álbum: las canciones.

Publicado originalmente en VOS

viernes, 29 de abril de 2011

Romanticismo francés

Kid Loco tiene espíritu romanticista. No sólo por su celebrado álbum A Grand Love Story, editado en 1997, donde supo unir electrónica con la tradición de la chanson y el pop franceses, o por Monsieur Gainsbourg Revisited, el homenaje a Serge Gainsbourg que lo tuvo como productor en 2006. Es un romántico porque defiende el vinilo como formato y reniega un poco de la manera en que hoy consumen música los más jóvenes. Eso no quiere decir que desprecie las nuevas tecnologías, sino que prefiere ofrecer shows más orgánicos, con una calidez y adrenalina difíciles de conseguir si una notebook es el mayor disparador de sonidos.

El músico y productor francés se presentó en Studio Theater en calidad de dj, en el marco de la fiesta París toca Córdoba, donde hubo además bandas en vivo, instalaciones y diversas performances. Previo a su show, el galo estuvo de visita por la redacción junto al músico Jerónimo Saer, quien también actuó en el evento.

Decíamos recién que la actitud de Kid Loco tiene impronta de vieja escuela. Así describe él sus sesiones: “Uso vinilos. No toco con laptop porque no me gusta el sonido de lo digital. Los CDs me aburren, no puedo ver cómo gira, en eso es mejor el vinilo. Además, disfruto al mostrárselo al público antes de darle play. Si lo hago con un CD no es lo mismo”, dice a la vez que reconoce sus desventajas: “En ciertos aspectos es un problema el vinilo, porque hay ques ser muy cuidadoso. Además, pesan mucho. A Córdoba traje unos 60, y ese peso me hace doler un poco la espalda. Tengo 46 años… ¡Ya no soy tan Kid!”, concede entre risas.

De todas maneras, luego vuelve sobre el hecho de que el formato ofrece un gran espectáculo: “Hace unos años estuve en una fiesta en Europa del Este, donde tocaba un dee jay que metió un CD con música premezclada. Lo puso y estuvo bailando una hora. Cada tanto simulaba pulsar una perilla, pero no hacía nada. Eso es aburridísimo.”


Confesiones de un melómano
El último trabajo de Kid Loco es un álbum editado en febrero de título llamativo: Confessions of a Belladonna eater (“Confesiones de un comedor de Belladonna”). El doble sentido de la expresión (Belladonna puede ser tanto una planta como una mujer) es descripto por el músico como “un juego de palabras”. “No sé hablar italiano, pero me gusta la palabra Belladonna –explica–. El nombre está inspirado en un libro autobiográfico de Thomas de Quincey, Confesiones de un inglés comedor de opio. Cuando lo leí me gustó mucho y quise homenajearlo. Además, la belladonna es una planta medicinal. Tiene propiedades analgésicas, aunque en exceso puede tener otros efectos.”

–¿Cómo describirías la actualidad de la música electrónica en Francia?
–Yo diría que en París no hay una verdadera escena. Ya no hay reuniones entre los artistas como solía haber. Antes, los djs teníamos un lugar donde juntarnos, que era una disquería donde comprábamos nuestros discos. Yo solía adquirir mucha música en esos lugares. Ahora, con Internet, hay muchísimas opciones, tantas que se hace difícil seleccionar. No es tan divertido como antes. Escuchar música en una computadora me da dolores de cabeza.

–De todas maneras, Francia tiene algunos de los djs más populares del momento, como Daft Punk o David Guetta.
–Vamos, Guetta no es un artista. Es dj hace apenas unos años. Se hizo conocido en Francia a través de la televisión, promocionaba unas fiestas en Ibiza. Aparecía en el prime time de la tele cada seis meses, justo antes del verano o Navidad. Lo hizo como por 15 años. Claro, lanzó algo y fue número uno, porque él ya era un personaje muy popular. Recuerdo que tuvo éxito con un remix de Heroes, de David Bowie, que era muy flojo. Que quede claro, me parece bien que triunfe, pero no es gran cosa lo que hace y no tiene mucho que ver con la escena francesa de música electrónica. Además, es curioso que un productor como Tim Valen, que hacía algo bastante bueno, ahora realice algo totalmente comercial porque quiere copiar lo que hizo David Guetta.

–Tengo que preguntarte sobre “A Grand Love Story”, tu gran disco. ¿Dirías que abrió un campo para las cruzas de géneros?
–Puede ser. Fue un momento justo: una buena época, un buen sello... En esa época yo escuchaba mucho a DJ Shadow. No sé si abrió campos, pero alrededor del mundo me encuentro con gente que me dice que lo oye todos los días, que conoció a su pareja mientras lo escuchaba, o que le gusta hacer el amor con ese disco de fondo. Eso me pone contento.

En ese momento, se le consulta a Jerónimo Saer si ese álbum fue importante para su formación. “Ese disco para mí es genial”, asegura. “Fue una gran influencia. Me marcó mucho y me ayudó a ser instrumental. Comencé haciendo hip hop con una banda en vivo y mucho sampling, y ese disco fue importante porque era lo que tenía ganas de oir y lo que me llevó a lo que quería hacer.”

Cierra Kid Loco: “El sampling fue lo que nos permitió destacarnos en su momento. Yo tuve una banda punk cuando era joven, y grabar en un estudio era un sufrimiento para nosotros. El sampling fue la posibilidad de hacer buenas cosas sin necesidad de ser grandes músicos. Hoy es mucho más difícil “samplear”, por cuestiones de copyright. Sólo se pueden hacer bootlegs (discos pirata), de lo contrario violás las leyes. Ya no se pueden hacer discos como antes. Hoy, un grupo como De La Soul debe estar pagando más por infringir derechos de autor de lo que gana.”

Publicado originalmente en VOS

viernes, 25 de marzo de 2011

Volver al pasado con clase

Rock’n’roll Party
Jeff Beck
Warner Music (2011)

Hasta que la muerte decidió llevárselo consigo, en agosto de 2009, Les Paul se presentaba junto a su trío una vez por semana, religiosamente, en el Iridium Jazz Club de Nueva York. Aquellos shows eran una auténtica celebración, significaba disfrutar en vivo de una leyenda del rock y el jazz que había dado nombre a una de las guitarras más populares del mundo.

Como una forma de rendir homenaje, tanto al viejo Paul como a ese clima festivo, el guitarrista Jeff Beck decidió armar un show en el mismo club y con invitados de lujo. El resultado lleva por título Rock’n’roll Party y propone viejos clásicos que recrean con frescura y excelente criterio un periodo seminal de la música popular en general y el rock en particular.

El álbum arranca a puro rockabilly hasta llegar a Cry me a river, donde hace su ingreso triunfal la cantante Imelda May, que deslumbra con su voz sexy y refinada. Allí cambia completamente la temperatura del espectáculo, transformándose en algo que parece un número elegante de cabaret de la década de 1950.


El gran punto a favor es el mismo Beck, un anfitrión brillante. Aunque es un adicto a la Stratocaster, en Rock’n’roll Party deja en claro que se lleva muy bien con las guitarras de cuerpo gordo. Sus particulares pellizcos en las cuerdas suenan cristalinos (Vaya con Dios con un trémolo exquisito, Mockin Bird Hill con sus arpegios “muteados”), y sus juegos con la perilla del volumen también están presentes en instrumentales como Sleep Walk.

El respiro jazzy dura poco. Más adelante regresa la adrenalina del comienzo. La banda de acompañamiento suena rockera o reposada según la ocasión, porque sabe adaptarse a las circunstancias de cada invitado.

Así, el disco cuenta con varias perlas, como una aplaudida versión de Peter Gunn, el standart de Henry Mancini, o Twenty Flight Rock, que cuenta con la participación de Brian Setzer (Stray Cats), acaso el mejor representante actual del espíritu rockabilly.

Además del registro que nos ocupa, este concierto también fue filmado y televisado por PBS. Hasta la salida del DVD, vale la pena buscar algún video en YouTube. Incluso al verlo en el pequeño player de una pantalla dan ganas de haber estado ahí.


miércoles, 9 de febrero de 2011

El mejor amigo del hombre


El perro –vestido con un sweater azul a rombos, acompañado por un aperitivo y una picada– marca un número telefónico. Al oír el tono del contestador, se aclara la voz (sí, el perro) y de inmediato le reprocha a su dueño no haberlo llevado con él de vacaciones a Brasil. “¡¡Ojalá te calces profundo la zunga, puto!!”, le regaña y cuelga.

La publicidad del perro, impulsada por una marca de bebidas, pudo verse el año pasado por televisión. Era muy divertida, aunque no demasiado original. Al bucear un poco por la web nos encontramos con que la idea no es nueva: darle entidad humana a un perro fue unos de los hits de los últimos meses en YouTube. Videos amateurs que muestran a canes comiendo con cuchillo y tenedor, brindando un discurso o realizando ademanes de rapero son algunas de las acciones que se pueden encontrar.



El método es sencillo y la publicidad se encargó de reproducirlo de la misma forma: una persona se esconde detrás del animal y muestra los brazos de manera tal que parezca que éstos pertenecen al perro. El toque final consiste en colocarle alguna prenda (una gorra, remera o cualquier tipo de indumentaria) que sirva para incrementar el costado hilarante de la escena.



Nada nuevo hasta acá. Señalar que las agencias publicitarias están atentas a todo lo que tenga algo de hype (algo de inflado, bah) se ha convertido en un cliché. Tampoco es un secreto que sus creativos consumen asiduamente productos culturales, en sus más diversos formatos, a la hora de buscar inspiración.

Valga como ejemplo otra publicidad televisiva, que se emitió en el periodo del Rally del año pasado, donde se mostraba un experimento muy particular: algunos participantes debían permanecer en una habitación frente a una parrilla humeante y un vaso de fernet con Coca sin consumir nada. Si controlaban sus impulsos y conseguían tal proeza, el premio sería aún mayor.


Cualquiera medianamente entendido en las conductas humanas sabe que la pieza publicitaria era una copia del “Experimento del Malvavisco” de Walter Mischel, un psicólogo de la universidad de Stanford que se propuso observar las actitudes en los niños. La idea es la misma, sólo que en la versión local se la disfrazó de un colorcito cordobés simpático aunque un poco estereotipado.

Volviendo a los perros con personalidad humana, puede decirse que no tienen su punto de partida en los videos de aficionados, sino que su origen está emparentado con las pinturas de Cassius Marcellus Coolidge. Este artista plástico, con nombre de resonancia tarantinesca, es recordado por sus célebres partidas de póker con perros. Aquella serie de cuadros mostraba a los canes retratados en situaciones cotidianas propias de la burguesía de comienzos del siglo XX. Algo parecido al estilo de Luis Medrano, pero en un tono más aristocrático y surrealista.


Una característica fundamental en las pinturas de Coolidge es el cigarrillo o las pipas, que acompañan las actividades de estos perros de dos patas, humeando por sobre sus hocicos. ¿La razón? La famosa serie de cuadros fue en realidad a pedido de una agencia, que buscaba una nueva campaña para una marca de cigarrillos.

Así se tomen un vermut o jueguen una partida de cartas, estos perros dejan la sensación de que en la publicidad también existe algo así como una tradición, aunque acostumbremos a aplicar la idea sobre disciplinas mejor reputadas.

Publicado originalmente en Ciudad X N° 7 - Enero 2011

domingo, 26 de diciembre de 2010

La crónica después de las modas


Si en algunos círculos de la cultura local se menciona con menosprecio que la crónica está de moda es porque, de unos años a esta parte, ha sido uno de los géneros que más visibilidad tuvo dentro de la escurridiza literatura argentina. Lo que no queda del todo claro es si se trata de necesidades propias del mercado editorial o de una manifestación genuina. De cualquier manera, si ya en 2007 –cuando se editaron las antologías Crónicas filosas y La Argentina Crónica– se hablaba de desgaste, el tiempo se encargó de dejar en claro que el género todavía mantiene su ascenso, al margen de la variable calidad de las obras y, también, las modas.

Este año fue particularmente profuso en el terreno de la crónica. Por empezar, hay que señalar que dos prestigiosos premios tuvieron como ganadores a escritores argentinos. El rastro en los huesos, un relato sombrío a cargo de Leila Guerriero, fue elegido por la FNPI como el mejor en la categoría gráfica. Probablemente no sea lo mejor que ha escrito, pero el premio llega como un acto de justicia antes que un elogio a su prosa perfeccionista. Sucede que Guerriero editó el año pasado Frutos extraños (Aguilar), una recopilación de sus artículos que demostró que se está frente a una de las mejores cronistas de Latinoamérica.

El otro premiado fue Javier Sinay, periodista de diversas publicaciones de cultura joven, quien ganó el premio Rodolfo Walsh de la Semana Negra de Gijón por Sangre Joven (Tusquets), su primer libro de crónicas, en el que investiga seis casos policiales que involucran a menores.

Publicaciones
Dentro de la misma colección a la que pertenece Frutos extraños, este año se publicó Nuestro Vietnam, una selección de crónicas que Daniel Riera escribió en la última década. También allí se percibe una escritura atraída por la ficción, cuidada y estetizada, aunque lejos de la solemnidad. Por el contrario, Riera no esquiva el humor (es uno de los editores de Barcelona) ni temas a priori sensacionalistas, como la vida extraterrestre o la magia negra.

Otro cronista para remarcar en este 2010 es Cristian Alarcón, quien publicó el esperado Si me querés, quereme transa (Norma), su segundo libro, donde aborda la compleja red de narcotraficantes peruanos en las villas de Buenos Aires. Antes que periodístico, el trabajo prefiere sostenerse en un registro más cercano a la sociología. De hecho, el mismo Alarcón se encarga de subrayar que su objetivo fue tratar de comprender un fenómeno adentrándose en él, y no aportar datos a las fuerzas de seguridad.

También de trasfondo policial aunque con otras intenciones, El Ángel Negro (Aguilar), de Rodolfo Palacios, comprende una serie de exhaustivas entrevistas con el célebre asesino Carlos Eduardo Robledo Puch en la intimidad de la cárcel. En este caso, su relación con la crónica –y con cierta tradición del relato de no ficción– es el minucioso perfil psicológico que Palacios consigue escribir de la figura que aborda.

Hernán Iglesias Illia fue otro periodista que editó este año su libro de crónicas. Ya había ganado cuatro años atrás una beca para poder solventar la investigación que luego volcaría en Golden Boys (Planeta), acerca de los traders argentinos en Wall Street. En esta oportunidad, regresa con Miami, un retrato detallado (y bastante argentino) acerca de una de las ciudades más turísticas y curiosas de los Estados Unidos.



Apuestas independientes
En el mercado independiente también hubo movimiento. La pequeña aunque promisoria editorial Tamarisco lanzó en este 2010 su primer libro de no ficción, Apache: en busca de Carlos Tévez, de Sonia Budassi, que relata la singular travesía de la periodista para llegar al ídolo del Manchester City.

Eterna Cadencia, aunque en un registro desligado de lo puramente actual, salió al mercado de la crónica con dos libros que integran una colección más vasta. Se trata de ¡Arriba las manos!, una selección de crónicas policiales a cargo de Ariela Schnimajer, y Cosmópolis, recopilación de textos de carácter urbano, entre el registro realista y la óptica del flaneur, elegidos y prologados por Beatriz Colombi. Para cerrar el año, publicó Mapa Callejero. Crónicas sobre lo gay desde América Latina, seleccionadas por José Quiroga.

Finalmente, cabe resaltar el último trabajo publicado por Martín Caparrós, un cronista faro para toda la nueva generación de periodistas/escritores. A mediados del 2010, Anagrama publicó Contra el cambio, un alegato que se encarga de advertir algunas ambigüedades del llamado Calentamiento Global. Caparrós viaja a distintos puntos del globo que supuestamente se ven afectados por el cambio climático y desde allí establece sus argumentos, con una escritura que pivotea entre el conocimiento científico y la experiencia personal.

Aunque incompleto, el repaso anterior sirve para dar cuenta del vasto escenario en el que se encuentra la crónica periodística a nuestros días en el mercado editorial. En 2011 se podrá corroborar si la tendencia continúa hacia arriba o, por el contrario, sus manifestaciones empiezan a decrecer.

Armar la trama
La biografía del reportero Ryszard Kapuscinski, editada a comienzos de este año, disparó un intenso debate que tuvo a la crónica en el centro de atención. El polaco, de acuerdo al libro, habría reforzado con algo de imaginación ciertos pasajes de sus libros. Al enterarse de esto, no pocos personajes –algunos de ellos incluso rotulados como maestros de periodismo– saltaron al cuello del biógrafo: no podían comprender que revelara tal cosa, que Kapuscinski no haya sido completamente fiel a la realidad, como si aquello fuese posible.

Por otra parte, en las varias entrevistas que concedió en los últimos meses y también en sus columnas de opinión, Leila Guerriero defendió a capa y espada la idea de escribir únicamente sobre aquello que se ha vivido, experimentado, sin agregarle ninguna clase de condimento. De otra manera se estaría traicionando la naturaleza misma del género de la crónica periodística. Y también dejó en claro que no le interesa escribir ficción a secas, que la crónica puede tener igual potencia que un relato tradicional.

No todos los que pertenecen al imaginario gremio de los cronistas parecen estar de acuerdo con eso. Algunas semanas atrás, en un congreso de literatura celebrado en Rosario, el chileno Alberto Fuguet –escritor y periodista que en este 2010 publicó Missing– participó de un debate sobre la crónica, y se mostró a favor de armar a criterio propio las piezas de un relato periodístico para otorgarle un efecto más potente. En todo caso, planteó, lo que no se puede traicionar es la verdad de los hechos ni tampoco, por supuesto, traicionarse a uno mismo.

En tiempos en que la máxima del periodismo objetivo para haber quedado desterrada para siempre, debates de esta clase fomentan discusiones incómodas. Pero bienvenidas, por supuesto.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Permanecer, ese desafío


En los últimos días, los integrantes de INXS apuntaron sus dardos de promoción a nuestro país. Sí, INXS: una de las glorias pop de la década de 1980, los del aspecto demasiado rudo para la sintonía new romantic, aunque con un perfil hedonista que hacía difícil colocarles el mote de rockeros solemnes. INXS: los responsables de canciones como Suicide blonde o Never tear us apart, con suficiente rango expresivo para sonar en una FM dedicada al adulto contemporáneo y también en el punto álgido de una disco.

Hablamos del grupo que en 1997, cuando ya llevaba dos décadas sobre sus espaldas, debió padecer su mayor crisis a raíz de una desgracia: Michael Hutchence, hasta entonces su cantante, se suicidó ahorcándose en una habitación.

Siguieron momentos insoportablemente difíciles para la banda y los fans. Aunque las composiciones recaían en todos los integrantes, Hutchence era el gran imán para las audiencias, por su irradiación de energía y erotismo arriba de un escenario.



Pese a la pérdida y para superar el trance, el grupo decidió continuar con otro cantante. Así, durante los años siguientes, como las falsas cenicientas que se calzaban el zapato mágico, varios vocalistas se probaron el traje del ídolo. Pero duraban lo que dura la ilusión, apenas un par de conciertos.

En 2004, finalmente INXS anunció su jugada para reemplazar a Hutchence: un reality show donde probarían voces hasta encontrar al elegido. Al año siguiente anunciaron que el nuevo cantante era J.D. Fortune, un canadiense con quien grabaron el disco Switch a fines de 2005. Aun así, Fortune tuvo sus idas y vueltas. Cuando los rumores indican que ya no es parte de la banda, se lo ve al frente en los shows; y cuando el ambiente sugiere que está todo bien, INXS anuncia la salida de un disco con cantantes invitados.

Por suerte tenemos del otro lado de la línea a Kirk Pengilly, guitarrista de INXS y responsable del potente saxo en New Sensation, así que podemos saber de primera mano cómo están las cosas: “Hoy, el cantante oficial del grupo es J.D. Fortune”, asegura.

Una vez aclarado el punto, lo siguiente pasa por saber si la experiencia del reality les ha dejado algún sentimiento negativo, si visto con distancia hay algo de lo que se arrepienten. “Para nada, estuvo buenísimo –asegura–. Por supuesto, fue algo diferente a los estábamos acostumbrados y tuvo su cuota de riesgo. Sin embargo, el saldo es positivo, encontramos a un performer increíble como lo es J.D. Fortune, así que creo que hicimos bien.”

Revisita a los clásicos
Aunque se lo percibe de buen humor y dispuesto a charlar de varios temas, Pengilly prefiere esquivar los espinosos con una gimnasia bien entrenada. Su plan es promocionar un nuevo grandes éxitos de INXS, que lleva por título Platinum. “Al recuperar los derechos de las canciones, ya que nuestro contrato con Universal terminó hace tres años, tuvimos que decidir en qué compañía las íbamos a relanzar. Fue a partir de allí que retomamos el contacto con Chris Murphy, nuestro manager original. Chris trabajó con nosotros de 1980 a 1995. Él tiene un sello y le consultamos si estaba interesado en editar nuestros trabajos, lo que aceptó. El greatest hits no estuvo disponible por tres años, y ahora lo relanzamos con el título Platinum porque está hecho con canciones de discos que fueron platino”, explica Kirk.

El próximo álbum de INXS 
–prácticamente terminado– será una nueva selección de clásicos del grupo, aunque en esta oportunidad con todas las canciones regrabadas y la participación de varios invitados de peso en el rol de cantante, como Ben Harper y Brandon Flowers. Entre ellos también está Déborah de Corral, que le pondrá su voz a New sensation. Pengilly explica cómo dieron con ella: “Queríamos vocalistas sudamericanos, y apareció Déborah. Tan pronto como la contactamos, empezamos a buscar cosas de ella en YouTube, es genial. Entiendo que ella ha grabado su propio disco, que seguramente va a estar bueno”.

Más tarde se le hace notar que pese a tener una firme carrera en la música, por estos lados Déborah es más conocida por su faceta de conductora o modelo antes que cantante. El violero ya lo sabía: “Sí, lo cual está bueno, ¿no? Siempre es positivo ser un buen músico y a la vez verse bien”.

–Supongo que la experiencia de regrabar esos clásicos no fue fácil.
–No tanto. Grabamos las canciones antes de invitar a los cantantes. De esa forma, una vez que llegaban ellos, ya estábamos aceitados. Trabajamos de antemano.

–Me refiero a la idea de reemplazar a Michael en esas canciones.
–Bueno, no es tan así. Al comienzo fue difícil, por supuesto. Pero ya pasaron varios años de su partida, hemos hecho muchos shows desde entonces y grabamos algunos discos, incluso con temas inéditos. Siempre pensamos en él, claro, lo recordamos. Pero no tuvimos dramas con eso.

–¿Qué sentís cuando artistas de hip hop o djs samplean las canciones de INXS?
–Está bueno ese crossover. Es bueno para nosotros, porque de esa forma nuestras canciones le llegan a un público que no conocía la banda o que probablemente no nos haya prestado atención antes. El otro día escuché un tema por la radio en el que usaban el riff de Need you tonight. La versión era bastante cool.



–¿Tienen pensado venir a Argentina para promocionar el disco?
–Seguro, queremos ir a Latinoamérica en otoño próximo.

–¿El otoño argentino?
–Compartimos hemisferio, man. Recordá que somos de Australia.


Publicado originalmente en VOS

viernes, 5 de noviembre de 2010

“Hay que empujar los límites”


Por más pergaminos que uno exhiba, no debe ser nada fácil destacarse en un grupo al que pertenece un compositor talentoso, sensible y oscuro (Martin L. Gore) y uno de los mejores y más problemáticos cantantes del tecnopop (Dave Gahan). Así de difícil la tuvo Alan Wilder cuando fue parte de Depeche Mode, entre 1983 y 1995. Cansado de los dramas internos de la banda y la falta de reconocimiento a sus aportes en la producción, Wilder pegó el portazo después de afrontar la recordada gira Devotional y volvió a poner en marcha Recoil, su proyecto paralelo abocado a la experimentación.

Luego de 15 años y varios discos editados, Wilder decidió que era hora de armar una gira ambiciosa con Recoil y de esa forma lograr dos objetivos: mostrar su trabajo y que los fans de Depeche Mode puedan verlo actuar en vivo y en directo.

Por esas cosas del destino, a último momento nuestra Córdoba entró en el mapa de esa gira, después de las presentaciones en Buenos Aires y Rosario.

Alan Wilder aceptó intercambiar algunos correos electrónicos para brindar detalles de su presentación. Y no esquivó las cuestiones relacionadas a ese paquidermo conocido como Depeche Mode.

—¿Cuál fue la razón principal para que vuelvas a los shows? ¿Extrañabas tocar en vivo? ¿Querías mostrar tu música más personal?
—Son varias las razones. Este año se cumplen 25 años desde que comencé con Recoil y tengo mucho material a mi disposición, entre viejos y nuevos remixes. Además, ahora puedo utilizar cámaras de video, algo que para mí es obligatorio en cualquier perfomance de este proyecto. Con la llegada de cámaras HD portátiles y accesibles económicamente, al igual que software para la edición, hacer películas se ha vuelto una posibilidad concreta. He trabajado con cuatro directores diferentes, utilizando un mismo servidor en el que se puede ir subiendo el material. Sin una banda o un cantante, las imágenes se convierten en el foco visual más importante. He echado mano a todo, organización, logística, etcétera. Me ha dado mucho trabajo, pero fue divertido.

—Recoil parece más enfocado hacia los paisajes sonoros que hacia las canciones.
—Cuando creé el proyecto, no tenía en mente más que hacer música entre medio del tiempo que me dejaba Depeche Mode. Tenía claro que quería hacer algo diferente a lo que hacía en la banda. En otras palabras, música experimental. Estaba interesado en las técnicas del sampleo y en usar loops, algo que se puede apreciar en los primeros trabajos de Recoil. No eran sonidos que utilizaba en Depeche. Quería ver qué efectos producía reestructurar secciones de música en contextos completamente distintos, y así crear piezas con atmósferas poco usuales, que llevarían más tiempo de desarrollo. Recoil no ha cambiado mucho desde entonces, sólo que ahora las ideas y los arreglos son un poco más complejos.

—¿Cómo está armado el show?
—Las presentaciones de Recoil son una instalación artística antes que el show de una banda en vivo. Paul (Kendall) y yo extendemos lo que hacemos en el estudio hacia el vivo, agregando algunas partes extra y efectos espontáneos. La música contiene partes de muchos remixes y versiones alternativas combinadas. De esa forma, se reconoce el sonido de Recoil pero no suena como en los discos. Además, la presentación va atada a las proyecciones de imágenes.


—Muchos te señalan como el verdadero artífice del sonido de Depeche Mode en sus discos más populares, como Music for the Masses o Violator. ¿Estás de acuerdo? ¿Cuál fue tu aporte a la construcción de ese mito?
—No me corresponde a mí responder eso, sólo espero que reconozcan mi contribución en los discos que hicimos en la etapa que va del 83 al 93. Quise llevar el sonido hacia un área más seria y oscura, que fuera más allá del pop liviano de los primeros discos. Creo que mis habilidades principales están presentes en la parte de orquestación y estructura, creando paisajes y atmósferas.

—En tiempos en los que cualquiera se jacta de grabar un álbum o ser dj, ¿cómo ves el panorama para el futuro?
—Nada cambia mucho si por detrás no hay buenas ideas. La disponibilidad de laptops y software da acceso a muchas herramientas buenas, pero si son usadas de forma pobre, el resultado es apagado y repetitivo en general. Pero esto que te digo no es nada nuevo. Siempre existió la puja entre la música interesante y la música aburrida. Uno siempre tiene que aplicar el pensamiento lateral, algo de conocimiento musical y, sobre todo, empujar los límites un poco más allá de lo que viene predeterminado de fábrica.

—¿Extrañás las audiencias multitudinarias o preferís las actuaciones con público reducido?
—Con Recoil siempre disfruté de estar cerca del público, para poder ver las reacciones de la gente. Con Depeche Mode, en cambio, me sentía por momentos ausente, envuelto en una producción gigantesa que parecía funcionar sola. De cualquier forma, disfruté de aquellos shows. ¿Quién no pensaría lo mismo tocando frente al poder de tamaña cantidad de gente?

—¿Cuáles dirías que fueron tus mejores y peores momentos como miembro de Depeche Mode?
—Disfruté de esos años en su mayor parte. Mi participación en el grupo me permitió la libertad de satisfacer mis necesidades sin demasiadas restricciones, de trabajar con diversos talentos que venían de ángulos musicales completamente distintos, sin tener que dedicarme a otros compromisos en el medio. Y por supuesto, tocar para grandes audiencias, viajar por el mundo y pasarla bien. Supongo que fui un tipo con suerte en ese sentido. Mis peores momentos están relacionados a situaciones en el estudio de grabación. Por momentos había falta de visión. Siempre sentí que como banda íbamos a lo seguro, que pudimos haber avanzado, pero el aletargamiento era un enemigo grande. Contra toda lógica, hicimos nuestros mejores discos bajo mucha presión y en circunstancias adversas, no la pasamos bien. Eran momentos tensos, no había demasiado entusiasmo. En la grabación de Songs of Faith & Devotion decidí que no quería volver a hacer discos de esa forma.

—¿Ya limaron sus asperezas? ¿Estás en contacto con alguno de los Depeche Mode?
—Sí, este año nos vimos bastante. En febrero participé de un concierto de ellos en Londres. Más recientemente, Martin ofició de dj en una presentación de Recoil en Santa Anta; Daniel Miller también participó de algunos de mis shows a comienzos de este año. Y esta noche (por el lunes) me junto con Dave en Nueva York.

Una entrevista con Alan Wilder, publicada originalmente en VOS