jueves, 4 de septiembre de 2008

La madrugada y otros principios

Dirty Ortiz acaba de editar El lado Luna de lo Oscuro, un nuevo compilado de crónicas nocturnas a cargo de Juan Carlos Maraddón, su entrañable alter ego. Era tiempo de juntarse a charlar con ese dandy crepuscular.

¿Recuerdan a Walter, ese flaco de corte cubana que protagonizaba un comercial de Telefónica? ¿Sí? Maraddón tuvo una experiencia similar a la de Walter: por algunos años vivió suspendido en el tiempo, anclado a un año, ajeno a las circunstancias que hoy lo tienen como referente. Resulta que un buen día despertó de aquel letargo y, como a Walter, una luz le encandiló el rostro. Esta vez no fue el cartel de una multinacional, sino el reflejo producido por una bola espejos. Aquello simbolizó el reencuentro de Maraddón con el lado luna de la ciudad. Había que comenzar otra vez: porrón y cuenta nueva. Para su sorpresa advirtió que sólo habían cambiado algunos nombres y fachadas, pero en el fondo seguía siendo Córdoba.
—La cultura de la noche presenta características que no cambian con el tiempo —me comentará mientras vemos pasar mujeres y linyeras a través de los ventanales de un barcito—. La barra de bebidas, el dee jay, las luces de colores, la forma de acercarse a una chica. La esencia es la misma.
Cansado de aquella somnolencia que lo obligaba a quedarse quieto, Maraddón salió a recorrer las calles sin un rumbo prefijado. ¿Cuánto puede diferir una ciudad en el tiempo que lleva levantarse? La brújula llegó una mañana del invierno de 2003, en una escena que parece sacada de Los Coristas: por aquellos días, en el curso donde daba clases Juan Carlos, una de sus alumnas le trazó el camino que debía recorrer. (Los polos se han invertido: mientras más jóvenes somos, más sabios nos volvemos, escribirá después.) ¿Todavía escuchás The Smiths? Entonces tenés que ir al Ojo. ¿Querés ver una banda de reggae? Es obvio: Las Heras 48. Si te va la electrónica, entonces llegate a Peekaboo. Y así le fue conformando la geografía de la ciudad con luces intermitentes.
Lo que cambia son las fachadas, pensó entonces.
El resto de la génesis maraddoniana está explicada en la introducción de su primer libro. Allí cuenta, por ejemplo, que también fue determinante haber visto 24 hour party people: un periodista que se encarga de legitimar bandas para luego crear toda una movida. A esa película yo también la vi.


Ahora lo tengo al frente mío en este café de la avenida Colón; la excusa para juntarnos fue la salida de su segunda recopilación de relatos, El lado Luna de lo Oscuro, pero cada lugar que nombra alguno de nosotros dos funciona como un semáforo en rojo, obligándonos a detenernos por un momento. Repasando lo que entendemos como aciertos y defectos, saltamos de bar en discoteca, viajando a través de la memoria. El tiempo que miden los relojes es eso que sucede en la calle, con los autos y la gente. De este lado del vidrio manejamos un calendario anárquico que en los próximos minutos corre sus páginas de forma intensa.
Entonces hablamos de boliches que ya no existen, de la buena electrónica mal vendida y de la mala electrónica bien vendida. Le confieso que los laureles que exhibe El Ojo Bizarro me resultan un misterio; él elabora una teoría lo suficientemente sólida como para que le termine dando la razón. Él me comenta que escuchó lo último de Audio Bullys y yo le recomiendo el disco que más recomendé este año, el de Datarock. Coincidimos en que las bandas que antes se presentaban en Rita del Dinosaurio hoy se suman al retrato de Dorian Gray. Le digo que siento como si los locales Rita hubieran cerrado sus puertas hace décadas. Esos lugares en los que alguna vez toqué con mi banda, los mismos que Maraddón reseñó con inspiración y una esperanza que tenía algo de eternidad. ¿Qué pasará, de acá a unos pocos años, con los lugares que hoy nos cobijan en las madrugadas de los sábados?
—Espero que mis libros no se conviertan en documentos históricos —me confiesa JuanK.
Alcanzo a responderle que por cómo viene la mano, parece que eso es inevitable, que sus libros van derecho al estante de las librerías donde conviven Felipe Pigna, Arnold Toynbee o Laura Ramos. Por encima de la charla, comienzan a sobrevolar algunos fantasmas cazadores de lo nuevo, de lo diferente, exploradores de cometas terrenales. La única forma de espantarlos, vamos a decir casi a coro, es a través de vías alternativas de comunicación. Estoy tentado de pronunciar que en las gestiones municipales solamente cambian los apellidos, pero no digo nada.

Afuera la ciudad continúa con su caos ingobernable. Juan Carlos me obsequia un ejemplar de su libro eclipse, edición limitada, edición No fun: es decir, sin el gancho punk. Le agradezco la gentileza y lo invito a una fiesta de viernes en el Cerro de las Rosas. Nos saludamos y cada uno toma su ruta.
Minutos más tarde estoy subido a un colectivo repleto de gente que regresa de su rutina. Voy parado y delante mío dos chicas teen viajan sentadas, conversando a los gritos. Hablan de hombres. Hablan como si estuvieran escribiendo en un fotolog. Te cagó la vida, boluuuda, escucho que dice una. Viste…No le hablo más, te juro, ni ke me venga de rodillas le doy bola. La sabiduría joven. ¡Ay! Son de terrrror, todos los hombresssson iguales.
—Lo que cambia son las fachadas —pienso en voz alta.
Ellas me miran por una fracción de segundo y me descartan enseguida, deben creer que hablo por celular a través del manos libres. En realidad llevo un auricular puesto, pero escuchando en mono el relato de cómo las llamas se devoran la provincia. Del otro lado, a través de mi oído izquierdo, soporto la retórica feminista de las pendejas. Fuego y pasión: el mash up del día.

El lado Luna de lo Oscuro puede adquirirse en las mejores librerías de Córdoba.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Brillante retorno de "el lado naranja" de Córdoba. A por más!

Dirty dijo...

Me encantó Datarock. ¡Y lo más loco es que estos pibes no deben haber escuchado jamás a The Jam o XTC!

Jopi dijo...

Espero que suene algo de ellos en el próximo set de los Charlatans.