jueves, 18 de febrero de 2010

Buscar por el placer de buscar



–Una vez señalaste que algunas de tus canciones surgieron en sueños, mientras dormías. Es el caso de A cada hombre, a cada mujer. ¿Cómo definirías esa clase de inspiración?
–Fue como un regalo que me llegó de andá a saber dónde. Recuerdo que desperté con la voz de David (Lebón) cantando las dos frases iniciales. Me levanté, tomé la guitarra, me agarré de ese hilo y fue surgiendo la canción completa. Es como si algo me hubiera soplado al oído la semilla de lo que después fue el árbol.

–En este caso, se podría aplicar a la música eso de soñar en otro idioma, cuando ya se internaliza.
–Sí, es una excelente imagen. Lo bueno es la mezcla que se produjo. Mi mente racional no estaba funcionando, pero después fue todo mi equipamiento psíquico el que terminó de redondear mi idea. Operó mi intuición, mezclado con mi racionalidad y mi conocimiento del lenguaje musical. La música tiene ese poder, el de conjugar esas dos cosas: lo concreto y lo abstracto, lo material y lo espiritual, de una manera tremendamente potente. Es como soñar en voz alta. Tiene el mismo permiso que se da en la poesía, el de hablar desde un lugar que no pretende comunicar una cosa puntual, sino ir más allá del significado de las palabras y comunicar una emoción, aquello que no se puede decir fácilmente, el lado oscuro de las cosas.

–Ya que nombrás la poesía, te llevo a tu libro Dos pasajes a la noche. Uno de los poemas, Fast forward, sugiere ciertas vacilaciones acerca de la velocidad en que transcurre la vida.
–“Qué será que espera mi corazón/ sin paz un solo día”, dice el poema. Esa inquietud constante es la que define el estado del espíritu. Hay una especie de sed de significado que nos impulsa hacia adelante, a todas las experiencias humanas. Sin esa sed, la vida sería tremendamente aburrida, repetitiva y cuadrada. Creo que en los espíritus inquietos está esa búsqueda constante, esa pregunta que se regenera a si misma todo el tiempo. Es una tarea inherente al trabajo de un creador artístico meterse en todos los problemas que le vengan a la cabeza, meterse con todo lo que lo apasione, lo asuste o lo entusiasme. Hay que dejarse erotizar por todas esas cosas, llevarlas a su punto límite y ver qué encuentra. De lo contrario, ¿qué es lo que está comunicando?

–Al margen de que esa respuesta no resulte satisfactoria para el artista.
–Es que en realidad no puede tener respuesta, si la tuviera sería una cárcel. Sería la negación de sí misma. Si se pudiera aplacar, no sería sed. Puede tener algunos momentos de reparo, de descanso, algún instante de éxtasis, en que todo se asienta mansamente en un lugar agradable del corazón. Pero dura poco, la inquietud vuelve muy rápidamente. Por suerte es así.

–Podría ser comparable a tu carrera, ¿no te parece? De estar en la cima con Serú Girán, a optar por un plano secundario junto a Pat Metheny. No estancarse, incluso viviendo en la cima.
–Eso es algo relativo. Es una cima vista desde un ángulo, pero desde otros ángulos no lo es. Pensar que nosotros cuatro ya habíamos alcanzado el momento más feliz de nuestras carreras en Serú Girán, con un promedio de 25 años, sería algo bastante triste. Uno evita pensar de esa manera porque es ponerse un límite.


Extracto de una entrevista a Pedro Aznar, uno de mis ídolos musicales. Fue publicada en VOS.

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