sábado, 13 de febrero de 2010

Es un sentimiento


Mucho se ha hablado acerca de Taringa!, ese aleph digital comandado por los hermanos Botbol donde podemos encontrar de todo, desde reclamos de justicia hasta links para descargar videojuegos ochentosos. Buena parte de los noticieros no resistieron a la tentación de mandar al aire un informe for dummies sobre esta red social y así –a falta de un video chistoso– cubrir la noticia web del día. Pero mientras la gran mayoría puso el foco en la historia del grupo de adolescentes que crea un producto exitoso (viene bárbaro para titular cosas como “los Bill Gates argentinos”), pocos se detienen a analizar un fenómeno más heterogéneo y por ende más complejo: los más de tres millones de usuarios con los que cuenta al día de hoy, que son en definitiva quienes han hecho de Taringa! el sitio web más visitado de Argentina. Sí, los taringueros.

Comencemos con una analogía medio facilona: ¿se acuerdan del capítulo de Los Simpson sobre los Magios? Digamos que ser taringuero es como estar adentro de esa logia. Al igual que Homero, el novato se desvive por pertenecer, y una vez que logró su cometido, tiene que empezar bien de ajoba hasta obtener el reconocimiento de sus pares. ¿Cómo? Aportando posts que respondan a la máxima absoluta de esta cofradía virtual, la Inteligencia Colectiva. (Aunque también hay “marcas de nacimiento” que pueden hacer subir rápido nuestra condición, pero eso lo vamos a ver más adelante.) Si esos posts gustan, decíamos, se los premia con puntos, que acumulados nos van otorgando una mejor posición. Los puntos –vamos con otra comparación doméstica– son como los billetes del Estanciero: sólo tienen utilidad dentro de esa lógica y no puertas afuera.

Lo cierto es que Taringa! se convirtió en un fenómeno que hace rato sobrepasó la web: ya son un clásico las reuniones de taringueros que se arman en diferentes provincias de Argentina, e incluso de otros países, como México, Colombia y Uruguay. “En la primera que organizamos, allá por el 2007, éramos cinco locos –rememora Luis (wwxxyyzz), taringuero cordobés de la primera hora–. Y a contramano de lo que se piensa, de lo que menos hablamos en las juntadas es de Taringa!”.

El que lo ve de afuera tiene esa clase de prejuicios: el taringuero es una variante del nerd que llega a las reuniones con su remera de Kill Bill (en su variante Tarantino o Linux) y no para de hablar de Ubuntu y Lara Croft. Pero el geek es sólo uno de los tantos tipos de taringueros que hay por allí. La charla que mantiene La Central con algunos de ellos corrobora esta cuestión: por caso, Luis es un melómano que arrancó compartiendo música por Taringa!, además de ser el mentor de varias de las juntadas en Córdoba. “Comencé subiendo algunos discos de rock sinfónico o rock nacional que son difíciles de conseguir. En aquel entonces éramos unos 50 mil usuarios, había como una especie de mito de pertenencia al sitio. Ahora hay millones, lo cual hizo bajar el nivel etario. Para bien o para mal, Taringa! cambió”.


Ya no sos igual
“Taringa! se ha vuelto algo tan masivo que es incontrolable. Eso ha hecho que muchos quieran figurar, desvirtuando el sentido original. En lugar de compartir, buscan competir”, dice con algo de resignación Rafa (Udyat), moderador en Taringa!, consultado sobre el estado de la cuestión. “Uno lo hace de onda, no modera persiguiendo un fin económico. Pero últimamente es imposible chequear todos los posts que se publican. Además se postea cualquier cosa; ya no es como al comienzo, donde realmente se buscaba originalidad”, plantea.

Esa idea de figurar, de alcanzar un top post a toda cosa, la ha generado la misma vorágine de la red. Se supone que si uno llega a la home de Taringa! gana prestigio y popularidad. Bajo esa premisa, entonces, muchos usuarios se crean varios perfiles para otorgar puntos a sus propios posts o bien examinan cuáles son los temas calientes del momento para publicar algo relacionado, sea una foto inédita de Megan Fox, la onda retro o la ley de bosques. Esa especulación hace que haya algunos posts visibles sobre un mismo asunto y cientos más originales, pero que pasan desapercibidos a raíz del caos virtual.

Una triste realidad: a diferencia de otros tiempos, cuando parecía valorarse más la mentada Inteligencia Colectiva, hoy en día la escalera a la fama taringuera está más cerca de la astucia marketinera que del talento. “Es como una foto de la sociedad. Cuando salta un tema candente, siempre están los que se muestran a favor y los detractores, pero en lugar de debatir con argumentos, se bardean entre ellos. Eso ya escapa a la naturaleza misma del sitio”, plantea Udyat. Así estamos.

Taringitis aguda
Todavía no hemos hablado de una clase de taringuero fundamental, que está muy presente en este esquema aunque permanezca en las sombras, al acecho de lo que publican los otros. Se trata de un tipo de usuario muy común en otras redes sociales, como Wikipedia, y es el mero consumidor: poco aporte y mucho download. Sería muy inocente referirse al éxito de Taringa! sin contemplar el hecho que gran parte de las películas, los programas y los discos más esperados estén a un par de clicks de distancia. Eso también explica en buena parte que el libro de Taringa!, editado a mediados de 2009, no tuviera la repercusión esperada, al ser un reflejo bastante pobre de todo lo que es en la web.

¿Y qué sería en la web? En una nube de tags básica no deberían faltar tópicos como música, fotografía, libros, comics, software, humor, cine, deporte, videojuegos o noticias. Ese inmenso caudal de información, de acceso relativamente fácil y democrático por su propia naturaleza (hay administradores y moderadores, sí, pero a Taringa! lo hacen sus usuarios), produce una codicia lindante a la fiebre consumista. “Se termina convirtiendo en otra clase de capitalismo: uno baja y baja masivamente, pero después queda en el disco duro, no se consume ni la mitad”, reflexiona Luis.

Se sabe que hacer futurología en internet es una de las empresas más difíciles, dada su condición mutante. Por ello, y atendiendo a los cambios que ha venido sufriendo en los últimos tiempos, nadie arriesga a decir cómo seguirá la cosa de acá en más en la red social más popular de Argentina. De sitio de culto a espejo de la argentinidad, en poco menos de un lustro Taringa! se ha vuelto referencia insoslayable a la hora de hablar de la web en nuestro país. Casi que podríamos decir que ser taringuero, como peronista o ricotero, es otra forma del ser nacional. ¡¡Vamos, carajo!!

Publicado originalmente en La Central

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